martes, 24 de julio de 2012

Apuntes sobre el radicalismo republicano


Para aquellos que desconozcan y se pregunten por la historia y el presente del radicalismo republicano bastaría con manifestarles: ha sido, y es, la historia comparada de dos doctrinas políticas. El Socialismo individualista e internacionalista de inspiración marxista. El Radicalismo solidario y universalista de imperturbable convicción humanista. 

Sin embargo, los historiadores han reservado la mayor parte de sus trabajos a la doctrina socialista, a sus primeros pensadores: Marx, Lenin y los innumerables exégetas y panegiristas del marxismo. Debido a hecho irrefutable, los marxistas han podido reinar en solitario durante casi un siglo y medio sin dejar prácticamente espacio a otras doctrinas humanistas y sociales. Si el radicalismo ha podido resistir, ha sido gracias a la potencia de su fondo doctrinal y la dimensión universalista de su concepción sobre el hombre. 

Debido a ciertos acontecimientos históricos que han tocado el corazón de los republicanos radicales, sería bueno reflexionar hoy, sobre la manera de ser radical, sobre la libertad, sobre la República y, en primer lugar, sobre lo que diferencia, básicamente, al radicalismo del socialismo. 


Veintitrés años después de la caída del muro de Berlín y, del retroceso del comunismo en el mundo y Europa, sería útil retroceder a las raíces del socialismo, esa gran utopía social que se ha hundido con la misma violencia que ella misma suscitó en todas las partes del mundo. Retroceso histórico, también necesario, para poder exhumar, las doctrinas sociales que el comunismo ha barrido a su paso, dejando para las universidades, el cuidado de conservar en el silencio de sus archivos, los puntos de vista, casi desconocidos hoy, de los socialistas utopistas franceses, Proudhon, Fourier y, más tarde, los de los grandes maestros del radicalismo, Gambetta, Bourgeois, Combes, Buisson, Pelletan, Caillaux etc. 

Para el socialismo de inspiración marxista, la libertad individual es ilusoria. El hombre no puede proponerse el crear sueños de falsas representaciones de independencia, ya que sólo sirven para compensar las frustraciones del egoísmo primitivo del hombre. 

Para el marxismo, estas ideas de libertad, en tanto que quimeras mentales e intelectuales, no son, contrariamente a la importancia que el hombre las concede, que simples representaciones que no aportan eficacia alguna. Las ideas y el universo de estas representaciones intelectuales del hombre, no son por tanto, debidas a una fuerza motriz propia. Las ideas, en resumen, obran muy débilmente a favor de una comprensión científica de la realidad que las reconoce un poder decisivo. Para el marxismo, la base económica y las condiciones materiales de la vida del hombre, le proporcionan una conciencia de clase que anula su conciencia individual. 

Para el radicalismo, las ideas, la capacidad de imaginación del hombre y su proyección intelectual, son fundamentales para el progreso humano. Los radicales, han estado siempre situados al lado de la fórmula que propagaba aquel gran sofista griego de la Antigüedad, Protagoras: “el hombre es la medida de todas las cosas”. Los radicales de hoy y de siempre sostienen, que no existe nada para el hombre, que no haya sido concebido y construido por él mismo y su inteligencia. 

Esta cuestión es fundamental para la izquierda política de hoy. Porque sin rechazar el aporte decisivo del marxismo para la comprensión de la relación entre el capital y el trabajo, del mecanismo de la formación de la plusvalía, las aclaraciones sociológicas sobre la conciencia de los grupos y el motor de su evolución, encontramos que, sobre las cuestiones fundamentales de la libertad, del individuo y del motor del progreso humano, existen otros puntos de referencia para la izquierda. Otro pensamiento de izquierdas que, ha debido resistir, frente al hegemonismo del marxismo, después del marxismo leninismo y, hoy, ahora mismo, de la socialdemocracia que, en su concepción primaria del hombre, se sitúa dentro de ésta filiación. 

La izquierda progresista que se reconoce hoy en el radicalismo, encuentra sus figuras emblemáticas entre los hombres que, desde la Revoluciónfrancesa, han escogido el campo progresista de las Luces, de los derechos individuales del hombre y, de sus derechos económicos y sociales al lado de los revolucionarios. Al lado de Rousseau y el contrato social, de Condorcet y su fe en el progreso humano, de August Comte y su creencia en los acontecimientos de la era científica relegando para siempre jamás las creencias religiosas y metafísicas. 

La izquierda de hoy debe perseguir la obra de progreso y profundización de la razón y de los derechos del hombre iniciada por los grandes hombres que trazaron la ruta de los valores republicanos para generaciones. 

La izquierda progresista de hoy debe rehabilitar a Proudhon, el pensador genial de la cuestión social, de la libre asociación, de la paridad de los contratos, del federalismo, de la primacía del individuo sobre la colectividad, del derecho a la iniciativa económica y a la libre empresa, de la propiedad privada, del mutualismo como modo de solidaridad social, económica y financiera porque aun hoy en día se revelan pertinentes y modernas y, porque éstas ideas proudonianas, también han contribuido a dar una mejor forma a la cuestión de Estado y a los contrapoderes ciudadanos. 

La izquierda progresista de hoy debe proceder de un radicalismo de combate que sepa federarse para realizar grandes reformas doctrinales referentes a la solidaridad, a una laicidad que sepa institucionalizar con sabiduría y, para siempre, la separación de las iglesias y el Estado, a la libre asociación que garantice la libre sindicación, a una economía verdaderamente solidaria basada en la progresividad de los impuestos sobre el beneficio y la propiedad inmobiliaria. 

Los radicales progresistas de hoy, deben contribuir con su voluntad política al servicio de una República descentralizada y progresista que sepa reunir y orquestar, en torno suyo, a todas las diferencias; deben entender, como los radicales de ayer, las reivindicaciones regionalistas y no juzgarlas como ilegítimas y antirrepublicanas porque ellas expresan el derecho a la diferencia. Deben estar convencidos: de que la República es, en sí misma, el equilibrio entre los derechos individuales y los de los grupos. 

Nadie debe ignorar que, la dimensión humana, la fuerza de los caracteres, la energía valiente y generosa de estos personajes son parte esencial del encadenamiento de hechos históricos, sobre todo, cuando las épocas se presentaron ásperas y reclamaban temperamentos de acero para amansar las pasiones colectivas y, al mismo tiempo, forzar el destino. 

En tanto que doctrina profundamente humanista, el radicalismo republicano no puede ser tratado que desde el punto de vista del hombre. Es a partir de él, de su dimensión carnal y apasionada, desde donde se deben observar los movimientos colectivos, analizar los sobresaltos de la historia, medir la fuerza de las ideas, el valor de lo elegido y, la importancia de los combates, a los que el hombre debe entregar con grandeza y sin reservas. 

Aunque muy minoritaria, una parte de la izquierda no se reconoce en la concepción marxista del hombre. Esta izquierda es, la familia radical, hija de los padres fundadores de la III República francesa, (1870-1940) (Gambetta, Clemenceau) que después de más de un siglo de vida partidista, trabaja sin descanso para mantener presentes la memoria de los republicanos laicos y progresistas, las ideas de grandeza del individuo y el progreso humano. 

Hoy en día, todas las corrientes de izquierda, de la extrema izquierda a la izquierda más centrada están atadas por la historia al marxismo, con la excepción del radicalismo. El radicalismo es la única filosofía política de izquierdas que, en cuestión del valor de las ideassobre la conciencia individual y la libertad, está en contradicción con el marxismo. En esto, el radicalismo, es una ideología completamente definida. 

En España, los más insignes políticos republicanos fueron los que tomaron parte por esta idea republicana radical socialista. Sus principales exponentes fueron: Don Marcelino Domingo Sanjuán, Don Álvaro de Albornoz y Don Félix Gordon Ordás en tanto que cabezas visibles del Partido Republicano Radical Socialista Independiente que, en 1934, junto Acción Republicana de Don Manuel Azaña y la Organización Republicana Gallega de Don Santiago Casare sQuiroga fundaron Izquierda Republicana. Por otro lado y, en la misma dirección, estaba Don Diego Martínez Barrio fundador del Partido Radical Demócrata que más tarde desembocaría en Unión Republicana.

Eduardo Calvo

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